Restaurantes en Santa Cruz y la grata sorpresa que me he llevado sin esperarlo y sin apenas buscar.
Hola, me llamo Diego y soy de Salamanca. El lugar de donde procedo es difícil encontrar un sitio donde comer mal. Hay un poco de todo y a pesar de la proliferación de los restaurantes de comida rápida, que han bajado un poco la media, en general en mi región se come de maravilla.
Bien, voy a contarles mis experiencias gastronómicas y en concreto aquellas sobre los restaurantes de Santa Cruz de Tenerife. Bueno, más concretamente sobre uno muy especial: el Restaurante Panzaburro.
Llegué a principios de Julio a Tenerife. Tendré que pasar una temporada aquí por trabajo. Soy electricista y estoy haciendo una reforma en un hotel del centro durante, al menos, los próximos 6 meses. El hotel me pone habitación y comida, pero a los dos días de tirar de buffet, como buen castillo-leonense que soy, decidí buscar sitios nuevos para comer bien y variado.
Pateando Santa Cruz de Tenerife, di con una terraza que me pareció muy cu
riosa. Estaba decorada con muy buen gusto. Los detalles me decían mucho sobre sus propietarios. Era cerca de la una del mediodía y decidí tomarme una caña para paliar el calor. Un muchacho muy atento y simpático me atendió de inmediato. Todas las mesas parecían estar ya reservadas así que me ubicó en un rincón pequeño pero muy agradable. La caña me supo a gloria y tras la primera vinieron un par más. No pensaba comer allí, pero me puse a
leer la carta y me fascinó la originalidad de su diseño y sobre todo su contenido. ¿Productos ecológicos de su propia finca? Esto no se ve todos los días, por los menos de donde yo vengo. Me dejé aconsejar por el simpático camarero (que luego descubrí que es uno de los dueños) y me pedí una ensalada de pez mantequilla. ¡Dios qué manjar más delicioso! Después, por seguir con la dieta marinera, me sugirió un tataki de atún rojo. Jamás en mi vida había probado el pescado semi-crudo, que francamente siempre me había dado un poco de asco. La presentación muy vistosa y colorida invitaba a comérselo a pesar de mis escrúpulos. Eso hice. El primer bocado se me derritió literalmente en la boca. Era como comer un solomillo de buey de Kobe (muy popular últimamente de dónde vengo) pero en pescado y por supuesto mucho más barato. Me quedé encantado con las sugerencias, con el trato y con el sitio. Cuando levanté a mirada el restaurante estaba lleno y los camareros corrían de un lado a otro como posesos. No me extraña en absoluto el éxito.
Desde ese día he probado muchos otros restaurantes en Santa Cruz de Tenerife, pero ninguno como Panzaburro Gastrotasca. Ahora, siempre que puedo o me dejan, me escapo y me dejo llevar por su fascinante carta y por su increíble personal.